La realidad virtual mete en la piel de sus víctimas a los maltratadores.
La Vanguardia
Con las gafas de realidad virtual, los hombres que participan en el proyecto, condenados por violencia de género, comprueban que sus piernas y sus manos son de mujer y en el espejo ven un cuerpo femenino. Por la puerta entra de malos modos un hombre que les manda callar y se acerca cada vez más con frases descalificadoras. Pega un manotazo a un teléfono que sale disparado y se acerca más aún. Mirándole a los ojos, exigiendo que le mire, con un reiterado ¡que te calles! si osan contestar al avatar.